El hombre está condenado a ser libre
Jean Paul Sartre
Tu condena: ser libre.
Naciste inacabado, sin huesos, sin hablar, sin caminar, sin decidir por ti mismo y sin proyecto de vida.
Para colmo, con una capacidad de elegir sin usar.
Tu condena: ser libre sin serlo plenamente.
Eres un manojo de prejuicios, estás condicionado por múltiples aprendizajes y conductas:
idioma, costumbres, sexo, familia, emociones, casi todo tú.
¡Hasta el nombre te pusieron!
Tu margen de maniobra es reducido. El mundo ya está dado y tu respuesta personal está atrapada por lo que recibiste de los demás.
A mi consultorio ha llegado gente tan metida en sus enredos que puedes predecir, —sin ser un adivino—,
lo que va a ocurrirle en la próxima semana. Son como robots y funcionan en automático.
¿Tú como funcionas?
Tu condena: ser libre aunque no la ejerzas.
Cuentas con el carro pero no lo enciendes.
No hacer nada es ya una elección; limitada, pero elección.
Sin embargo, el gran engaño del mundo moderno es hacerte creer que eres libre todo el tiempo y en todo lugar;
¡imagínate! ¡Hasta te has creído que eres tú quien eligió a tus parejas!
Tu condena: ser libre y no atreverte.
Si la libertad es como un carro, por sí mismo no se mueve.
Necesitas la llave para echarlo a andar.
Esa llave es la conciencia, —por cierto, que ella anda muy escasa en nuestros días—.
Míralo de este modo:
A mayor conciencia, mayor libertad.
A menor conciencia, menor libertad.
Así que si deseas entrenarte en la práctica de la libertad,
comienza con un humilde trabajo de conciencia:
Mirar tus cadenas y aceptar los límites que la vida te regaló.