Ve a buscarlo!


“¡Estoy deprimido!”, -dijo el discípulo a su maestra.
“Llénate de tu padre”, -contestó ella de un modo contundente.

“¿Qué tiene qué ver mi papá con el vacío que siento?”, -respondió muy intrigado y un poco molesto.
“La copa de tu vida se llena con las aguas de tu padre y de tu madre, pues de ellos te viene la existencia.”, sentenció la maestra.
“¿Y cómo supiste que era mi padre?”, -interrogó con curiosidad.
“Porque ya te llenaste de tu madre…”, -dijo la sabia maestra.
El discípulo se quedó quietecito, callado y con la mirada perdida en el infinito

“¡Qué esperas! ¡Ve a buscarlo!”, -sonó fuerte la voz de la maestra despertando al joven de su sopor.”

Haz un recuento de los momentos más alegres de tu vida. Anda! Seguramente encontrarás algo valioso. A mí me costó un poco, pero lo conseguí. Por ejemplo, durante muchos años canté y toqué la guitarra; me la colgaba en el hombro y salía a cantar con mis amigos en una explanada o en el coro. ¡Era padre hacerlo! Tal vez por eso es que hoy volví a cantar…

Logré escribir una lista de más de doce recuerdos alegres, -y eso que no estaba en mi mejor momento. Las alegrías que más tardaron en fluir fueron las de mi infancia. Como aquél sábado por la mañana que mi papá me llevó a su oficina y yo jugué en la silla giratoria delante de su escritorio. Me sentía tan bien dando vueltas!

Ya más grande llegó uno que había olvidado: ¡Mi primer carro! Un Tsuru azul nuevecito que compré con mi propio dinero. O cuando quedé en la lista de los 20 mejores maestros del Tec de Monterrey… ¿Ya encontraste los tuyos? Todos tenemos alegrías guardadas en el alma esperando desempolvarse para iluminarnos el camino…

Y sin duda la mayor alegría es mi hija Maya, pero de ella escribo todo el tiempo, así que ésta vez la dejaré descansar un rato. Aunque con los ocho años que llevo de papá, quiero mandarle un mensaje especial a un papá nuevo: A tu bebé no le importará si su cobertor es de marca exclusiva o de tienda de súper lujo, a tu bebé le llenará que lo abraces con tu cuerpo, que lo dejes sentir tu fuerza, tu corazón y calor, que pueda mirarte con sus ojos grandes sintiéndose protegido por ti, aunque la cobija haya sido prestada.

 

Jesús Piña
Invierte en tu Vida!
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