¿Conoces a alguien adoptado?
Yo sí… A mí.
A mis tres años mis padres se separaron, mi mamá se volvió a casar
y cuando cumplí siete fui registrado con el apellido paterno
que hoy tú me conoces.
De todo esto me enteré por mí mismo al ingresar a la Secundaria;
era un secreto de familia hasta que lo destapé.
Estaba oculto para mí y mis hermanos, -menos para el resto de la familia-;
como generalmente sucede: todos lo saben menos tú.
Descubrirlo en solitario,
fue un choque durísimo para el recién adolescente que yo era.
Dice la psicología que la verdad dicha a tiempo, libera.
Dicha tarde, duele.
Creo que eso es cierto, sin embargo, la vida quiso que yo lo experimentara diferente.
Enrique es su nombre y es mi padre de acogida,
siempre le he dicho papá y lo seguiré haciendo.
Es más que agradecimiento,
lo honro como parte de mi vida y mi destino.
Te voy a decir algo que va más allá del rollo:
Todo lo que te sucede pasa por algo.
Y en mi relato lo puedes comprobar.
Enrique es un gran hombre y llevo orgullosamente su apellido.
Si repitiera mi historia lo volvería a pedir.
¡Y creémelo! Fue complicadísima la relación entre los dos.
En una ocasión discutíamos por algo, -ya ni me acuerdo de qué-,
nos gritamos muy fuerte, casi llegamos a los golpes
y terminamos llorando en una catarsis compartida.
En aquél cinco de febrero nos dimos uno de los mejores abrazos.
Él fue mi modelo de hombre que tomé de niño.
Le aprendí, -entre tantas cosas-, su disciplina,
su vocación para el trabajo, su responsabilidad y su honradez,
y por encima de todo:
ese misterioso amor para tomar a dos cachorros de otro como sus hijos.
Como dicen: ¡Esos son hombres y no mitades!
Mi hija sabe la historia y le llama abuelito… y le dice bien.
Había pospuesto escribir sobre éste delicado tema,
lo medité largamente pues es una zona llena de aristas,
pero hoy es un buen día para hacerlo,
en memoria de la mujer que trajo al mundo a esa alma buena
que me adoptó como su hijo
y que este 15 de mayo la recordaremos en su aniversario luctuoso.
¡Enrique es un gran hombre!
Y le digo con alegría y gratitud: ¡Papá!
PD: Con este video siempre lo recuerdo: Los años maravillosos