«Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas.» (Frank Clark)
¿A dónde va tu tren?
En el TREN de tu rutina diaria, haciendo siempre las mismas cosas y viendo a las mismas personas, ¿CUÁL ES TU TERMINAL? ¿Para qué hacer todo lo que haces?
Observa a tu alrededor: toda la gente va corriendo en las mañanas rumbo a la escuela, rumbo al trabajo. Correr, correr, a toda prisa correr. Las avenidas están repletas de autos con personas aceleradas y preocupadas en llegar a algún sitio. ¿Y para qué?
Los vagones del Metro van igual, hasta el tope de su capacidad trasladando a millones de seres humanos. Y cuando caiga la tarde, verás esas mismas oleadas humanas viajando de regreso a sus casas. ¿Y para qué?
Cuando era un adolescente me soñaba haciendo obras monumentales y trabajando en proyectos muuuy serios de enooorme importancia para la humanidad, así que no podía detenerme en lo sencillo y trivial como platicar con mi madre, comer con mis hermanos o ver la TV con mi papá. ¿Y sabes algo? La vida se encargó de ponerme en mi lugar.
Su mensaje: Encuentra lo grande en lo PEQUEÑO.
Mientras escribo esto que lees, acompaño a mi mamá en su casa, (ella se está recuperando de una operación). Hace un rato le ofrecí un poco de melón, lavé alguos trastes, tendí la ropa limpia de la lavadora, acordamos lo que habríamos de comer y platicamos del regreso a clase de los niños. Fuera de nuestro microcosmos doméstico, esto no parece importante o trascendente para la humanidad…
Pero sí lo es! Siempre y cuando poseas el don secreto de encontrar lo grande en lo pequeño.
Es como aquél cuento de Anthony de Mello sobre un pequeño pez que deseaba llegar al Océano. Un día se encontró al Viejo Pez y le preguntó: «Dónde puedo encontrar el océano?»
«El Océano es donde te encuentras nadando en este instante», -le contestó el viejo y sabio pez.
«¡Esto! No lo creo! ¡Esto no es más que agua!¨», -y se retiró indignado a seguir buscando.
¿Tú que ves? ¿El agua o el Océano?
Veo a m madre sentadita con una revista en sus manos, cerrando sus diminutos ojos para descansar; mi corazón de niño se emociona de estar ahí, ella y yo, mamá e hijo compartiendo la existencia. ¿Qué más puede pedir un hijo?
Esa es la sabuduría de los bebés: Están ahí, pegaditos a su mami, no hace falta hacer ni decir nada, ¿para qué? Sólo disfrutan la magia de estar ahí. Los bebés no razonan la vida, sólo son vida.
Volviendo a la pregunta inicial: ¿A dónde va tu tren? Podría darte cientos de explicaciones acerca del sentido último de la vida, bellos argumentos de filósofos o profundos relatos de las mejores tradiciones espirituales… ¿pero sabes un secreto? En lugar de hablarte de lo rica que es la fruta, mejor cómete tú mismo una.
En el tren de tu vida, asómate a la ventana y disfruta el paisaje.
Jesús Piña