«Papá: Mi hermanito sólo duerme, llora, come y descome.»
-comentó mi hija mientras la recogía de la escuela.
«Cuando estás recién nacido esa es una misión muy grande: Crecer»,
-le respondí un poco divertido por su asombro.
¿Te han platicado cómo eras tú de bebé?…
¡Jaja! ¡Creo que le llamaré a mi mamá para preguntarle, pues recuerdo muy pocas cosas!
Mis tías me cuentan que mi mamá les hacía lavarse las manos al llegar a casa,
desinfectárselas con alcohol y esperar un rato para aclimatarse,
ya después de este ritual higiénico,
entonces sí,
podían verme y tocarme un ratito, pero sólo un ratito, no me fuera a desgastar.
«Mételo en una vitrina», -le decían.
Es que fui su primer hijo y estaba aprendiendo a ser madre con el excelente método de ensayo-error.
Mi hija tiene un nuevo hermanito y le sorprende todo lo que hace:
«Mi hermanito cuando está en la cama boca abajo, levanta su cabecita como las tortugas».
Hasta ahora no he visto que la invadan los celos o se sienta desplazada,
ella sabe que tiene su lugar como primogénita, -bueno, eso creo yo.
Una vez me preguntó si el amor se acaba de tanto repartirlo,
-fue mientras le compraba unos materiales en la papelería-. Yo le dije:
El amor es como el sol, sale para todos
y a todos nos llega su luz y calor.
Ya depende de cada quien cuánto quiera tomar.
Por lo pronto, ella regresa entusiasmada de la escuela porque quiere ver y estar con su hermanito.
El principio fundamental entre los hermanos es la complicidad,
y eso veo entre mi hija y su hermanito: Son cómplices de sangre .
Su mamá me ha platicado que hasta se duermen en la misma posición y hacen los mismos gestos.
Te voy a compartir algo muy extraño para mí:
Nunca creí ver a mi hija con un hermanito
sin ser yo el papá de ese bebé.
Sin embargo, me siento contento de esta nueva experiencia
y muy honrado con la vida.
Antes de terminar este post le llamé a mi mamá, -le emocionó recordarme de chiquito-.
Me contó que le regalaron una pelota y $500 de los de antes, cuando gané un concurso al niño más sano;
también me platicó que le gustaba mucho vestirme de blanco;
pero lo más impresionante fue cuando me relató que a los cuatro meses de nacido,
yo me caí al piso mientras me cambiaba el pañal… y ella lloró.
¿Qué es lo impresionante?
Que a mí también se me cayó mi hija recién nacida por un descuido que tuve al acomodarla en su sillita.
En ese instante eterno fui consciente por vez primera de que yo era papá.
¡Me conmovió escuchar a mi mamá!
¿Te han platicado cómo eras tú de bebé?
Hoy es un buen día para hacerlo.