Me veas o no me veas, Yo estoy contigo


CARTA DE UN PADRE A SU HIJA…

Querida hija:

Desde hace ya muchas semanas sentía un fuerte impulso por escribirte una carta. No sé, tal vez era la sensación que a veces nos inunda de que algún día partiremos de este mundo. Y de pronto me cuestioné, ¿qué le puedo decir a mi hija? ¡Hay tanto y tanto por contar! Así que puse el CD con una de las canciones que te he enseñado: “Todo lo que tengo, lo tengo para ser mejor; si lo aprovecho, voy a ser muy feliz.” Es una canción muy antigua, ¡imagínate! La escuchaba de niño, como a los 8 años, igual que tú ahora. Ese es un gran mensaje: lo que tengo lo tengo para ser mejor. Y lo que tengo puede ser bueno o no tan bueno, sin embargo, ahí está para que haga cosas grandes con mi vida…

¿Sabes mi pequeña? Me ha costado trabajo ser tu papi, incluso el día que naciste, cuando te tuve entre mis brazos por vez primera, yo pensaba: “¡Qué se hace con esto! ¿En dónde la devuelvo?” y la conciencia me llegó con el dolor… Un mes después, mientras estabas en tu sillita, no aseguré bien la agarradera y te caíste al piso pegándote en tu cabecita. Por fortuna no pasó a mayores, pero ese día mi corazón de piedra se rompió y me nació un corazón de carne y sangre, fue como una revelación divina: “¡Ups! Soy papá… ¡Soy papá!”…

Aún recuerdo los paseos en carreola que hacía contigo por la Rinconada donde vivíamos, eran después de tu comida para arrullarte y que durmieras la siesta vespertina. O la odisea de llevarte en un brazo, cargar con la pañalera, llevar mi portafolio y apurarme para llegar a la universidad a dar mi clase. Era sorprendente entrar al aula y montar un salón de juego exprés en el escritorio, y mientras hablaba de Marx, Freud y Nietzsche, tomarte entre mis brazos para darte la mamila de las cinco.

Esa es una gran lección que te agradezco hija mía. Cuando yo pierdo piso y me evado en mis fantasías de grandeza, soberbia y egocentrismo, tú tienes el toque exacto para regresarme a la realidad: “¡Tengo hambre papi!”, “¿Me abrazas?”, “¡No quiero hacer la tarea!”, “¡Me duele mi cabeza papá!”. La trascendencia la encontré en levantarme temprano para llevarte a la escuela y platicar contigo los quince minutos que dura el viaje, donde me cuentas de tus amigas Montse y Regina, de la Miss Jessie, de la caricatura de Disney Channel, del cuaderno de Mate que hay que comprar…

Hace poco estuviste en el hospital, ahí pasamos cuatro noches con sus días. Independientemente de la angustia y el miedo que uno siente ante la enfermedad y el dolor, hubo momentos mágicos entre nosotros, como jugar “serpientes y escaleras”, apretar los botones de la cama para subirla y bajarla, comerme la gelatina que no quisiste sin que se diera cuenta la enfermera, o verte plácidamente dormida, con el suero conectado a tu manita izquierda, custodiada por tu mamá y por mí, uno a cada lado de la cama.

Fue en una de esas noches que me acerqué a ti mientras dormías, y con mucho cuidado te cubrí tu cuerpecito con la sábana, te di un beso en la mejilla y susurré un mensaje eterno en tu orejita, un mensaje que está guardado en cada una de tus células, y muy especialmente en el castillo interior de tu alma: “¡Hija mía! ¡Soy tu papá! ¡Me veas o no me veas, Yo estoy contigo!”

¡Tu papi que te quiere!…

PD: Si eres papá o mamá, escríbele una carta a tus hijos.
Algún día, cuando sean grandes y ya no estés, te lo agradecerán.

 

Comentarios:

Comentario de: Lilián Céspedes C. [Visitante]
Hola!!! Jesús,muy interesantes,tus paginas ..»invierte en tu vida».estoy aprendiendo,más de tu filosofia.¡¡¡Genial.!!!Este post me ha movido sentimientos..Y ,si,voy a escribirles cartas a mis hijos…bye,bye
 25.02.10 @ 23:02

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