“Eres libre de elegir tu propio destino,
pero debes aceptar las consecuencias de tu propia elección”
Erich Fromm
Imagínate en la nevería: “¿fresa o chocolate?”
O en la ventanilla escolar: “¿Qué carrera escojo?”
Observa que en ambos casos existe duda, incertidumbre, desconocimiento del futuro.
¿Qué las hace distintas?
El factor de riesgo y las implicaciones.
Lo que está en juego es pieza clave en la toma de decisiones.
Arrepentirse de tomar helado de fresa te frustrará un rato,
equivocarse al elegir carrera puede marcarte la vida.
Sin embargo, en ambas situaciones encuentras la misma dinámica:
Una pregunta, varias opciones, la mirada del discernimiento y una decisión final.
Estás pensando cambiar de empleo. De entrada, hay dos opciones: sí o no,
y cada una de ellas te abre alternativas en la medida de tu reflexión y de la cantidad de información que acumules.
Una parte de tu ser se mueve al cambio, otra parte de ti prefiere conservar lo seguro.
¿Quién ganará? Es aquí donde entra la mirada del discernimiento,
ese delicado proceso donde pones en la mesa todos los argumentos a favor y en contra,
donde pides opiniones, consejos, acudes con gente que te conoce o posee más experiencia que tú,
navegas por internet, lees libros y todo lo que se te ocurra para llegar a la mejor decisión.
Pero, ¿sabes algo? La mejor decisión de otros, no es siempre tu mejor decisión.
Además, elegir una opción es renunciar a las demás opciones,
y a muchas personas les da miedo la renuncia.
El discernimiento implica separar y de ahí tomar… me detengo en ésta palabra: TOMAR.
¿Te has entrenado en el tomar?
Sobretodo en tomar la vida, aprender a recibir, disfrutar lo que te mereces y atreverte a probar lo nuevo.
Cuando mi hija tenía como 6 meses de nacida e íbamos al súper, la sentábamos en la silla del carrito mientras hacíamos las compras de la semana,
y al pasar por el pasillo de los alimentos para bebé, yo me detenía, agarraba dos frascos de papilla: manzana y pera, –uno en cada mano–,
se los mostraba a mi hija y le preguntaba: “¿Cuál se te antoja?”
Ella miraba, sonreía y tocaba uno de los frasquitos. Había hecho su elección.
No le preocupaba si era correcto o erróneo, tampoco se complicaba la existencia acerca de la composición nutrimental de la papilla, sólo tomaba.
Muy probablemente hubo ocasiones donde la papilla no fue de su agrado, pero se daba permiso de tomar, se estaba entrenando para ser libre.
“¡Oye! ¿Pero cómo sé que voy por la decisión que me corresponde tomar?”
Te daré una clave:
El Sí es Sí
El No es No
La duda es No… todavía.
Si todo tu ser se mueve hacia una opción, tómala.
Como decía el viejo Don Juan en sus enseñanzas: duda todo lo que quieras antes de decidir,
pero cuando ya hayas elegido, ve con todo, pues ese es el espíritu del guerrero.
Y cuando te digo que la duda es no, es porque sigues dividido en tu decidir.
Si eliges con duda, la parte de ti que perdió se encargará de sabotear y recriminarte cada falla por minúscula que parezca.
La duda es no… todavía;
te está diciendo que te hace falta más reflexión, volcarte hacia dentro de ti y conectar con tu alma,
dejándola a ella decidir, pues lo esencial es invisible a los ojos.
Recuérdalo: «El Sí es sí; el No es No; la duda es No… todavía.»